“…A Lechedevirgen lo estigmatizan su deseo, su fenotipo, sus prácticas artísticas,
dice Rodríguez, y a la vez él transforma su cuerpo en un arma, en un manifiesto
de intensidades eróticas y políticas que no propone un discurso cerrado o coherente, sino que saca chispas, incluso con su piel y sus órganos, y suscita nuevas opacidades y brillos inéditos que muestran la intimidad, pero también la ocultan.El testimonio que escribieron Patricio Villarreal y los integrantes
de Teatro Ojo, a partir
de un laboratorio que realizaron en unos
de los coloquios que mencionamos antes, explora un síntoma que
se manifestó
de forma inesperada en la vida social
de México. …”
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